miércoles, 30 de mayo de 2007

PECES FUERA DEL AGUA


En la misma playa, cuatro dornas adornan el mar. Estela, se llama una. Azul y negro. Parece recién pintada. Y lo está. ¿Pero dónde pasó el invierno? La escuela de navegación Dorna guarda celosamente los misterios que rodean esa vida secreta, y todavía desconocida para muchos, de la navegación tradicional. Es la magia de unos duendes que transforman una vieja embarcación en una flamante realidad recién pintada.

Vilaxoan es un pequeño pueblo al suroeste de Vilagarcía, al que se accede recorriendo la costa hacia el norte desde la Illa de Arousa, en la provincia de Pontevedra.

Tiene que haber una nave en esta playa. "Conservas, pescados y mariscos", se lee en una, al otro lado de la carretera. No debe ser esa... "Conservas", dice otra. Tampoco... Desde el paseo, el mar, en mayo, tiene otro color. No es verano y eso se nota. El mar no está azul y no hay madres gritando a los niños para que suban a merendar. No, el color no es el mismo. Uno puede pensar en mil cosas y en ninguna si se queda mirando al mar. De repente, Marro y Malena. Bajan del coche y se dirigen a la nave. "Conservas". Les pregunto por Xavier Pena, directivo de la Asociación Dorna, y me aseguran que estará dentro. "¿Esa es la nave? ¿Tan grande?". Entramos en el local y nos recibe un fuerte olor a pintura y alquitrán. Todas las dornas en el suelo, quilla abajo, quilla arriba. Guantes y rasquetas abandonados sobre las cubiertas; y al fondo, 50 pinceles metidos en agua rodeados de una multitud de botes de colores. Rojo, negro, azul, verde, amarillo...

Es un galpón enorme. Hay tantas dornas como motas de polvo. Unas cuidadas, otras destartaladas. Algunas grises, con la pintura caída, en estado de reparación. Otras saturadas de color, de rojo fuerte, o azul oscuro, incluso verde.

Entran y salen personas de todos los lugares y edades, con ropas llenas de color que contrastan con el fondo gris de la nave. Un timón enorme se aproxima a una dorna, como si tuviese vida propia. Esa imagen se solapa con la de un remo recién pintado, que alguien apoya sobre la pared. El ruido de una vela que se iza. No hay viento. Pero llega Betty Boop. El dibujo animado, sex symbol de los años 30 en el cine y en los 50 en la televisión, luce esplendorosa en lo más alto de la vela de relinga. Iñaqui nos dice que le parece que estuvo prohibida en Estados Unidos y que ahora es su novia. En lo primero no se equivoca. Betty fue obligada a llevar falda larga y a ocultar el escote en el 34. Pero volverá a navegar en su dorna, la Betty Boop, una embarcación con una historia realmente curiosa. Es una dorna nueva pero hecha como una réplica exacta de la vieja y marinera Alba. "Navegaba tan bien que quise hacer otra igual. En un 95%, lo conseguí", asegura Iñaqui, que trabaja en la batea junto con Uxío, directivo y patrón de la escuela.
Eso sí, no se librará de las críticas de los compañeros durante todo el verano. El haber escogido para su dorna un nombre tan poco común entre los nombres de barcos, le pasará factura, y más en una escuela que tiene como adjetivo el ser tradicional
.

Al fondo de la nave, tres chicas rocían con spray las cabezas de las puntas que unen las tablas de un barco, y Ara nos explica que es un compuesto de zinc para galvanizar el metal. Ara es maestra y campeona de España de esgrima. En octubre recogió del mar su barco porque el mal tiempo no permite una navegación tranquila y cómoda.

La invernada
1- El barco se saca del mar entre seis o siete compañeros. En la playa, se sube a un carro, el remolque que se engancha al coche y se desplaza desde la Arousa hasta Vilaxoan, a 5 km. Se mete en la nave y se hacen las reparaciones necesarias para dejarla lista para el verano siguiente.
2- El mar y los golpes ablandan la pintura, y esto requiere eliminarla con unas rasquetas. Se revisan también las juntas de las tablas, que pueden estar deterioradas.
3- Después se lija toda la parte externa de la embarcación y se rellenan las juntas con estopa a presión, sellándolas con sicaflex, que es una pasta que tiene cierta elasticidad y permite que las tablas se muevan un poco sin romper, garantizando una estanqueidad en los cambios de presión.
4- La parte que está debajo del agua se pinta de un color, normalmente negro, y la parte que queda fuera del agua, de otro color, generalmente blanco; aunque en las modernas sólo se barniza, porque no están sometidas a la intemperie, como las antiguas.
5- Por dentro se le da una capa de alquitrán y la cubierta se pinta, al igual que los remos, el timón, las escoras y el empanetado -una especie de tablillas que se colocan en el fondo de la dorna para no pisar directamente sobre las tablas para evitar vías de agua.
6- Por fin, ya podemos salir a navegar, una vez que revisemos la vela y esté bien cosida y amarrada a la verga -palo que marca el perfil superior de la vela y por el cual la izamos palo arriba.

"La Faneca fue construida en el Asteleiro dos Monchiños. Se la compré a un empleado de Caixanova que se lesionó", cuenta Ara. El Astillero de los Monchiños es el bajo de la casa del señor Ramón, situado en la punta de Cabodeiro, en la Arousa, habilitado como un astillero particular donde hace embarcaciones de pequeño tamaño.

Dos amigas de Ara pintan al otro lado de la quilla. No hay edad ni uniforme para echar una mano. Aunque la mayoría lleva monos, ropa de aguas, prendas viejas... Una de las amigas viste como para salir a un bar de copas. La petición improvisada de ayuda no le impide pasar un rodillo a la Faneca. Ahí la tenemos: botas de tacón blancas casi hasta la rodilla, pantalones rosa fuxia y camiseta negra con dos sables bajo una calavera pirata. Jhon Silver no la hubiera lucido mejor. Puede que no viniera a pintar, pero sí a navegar.

Llega un grupo de Santiago que quiere llevarse la dorna para evitar desplazarse tan a menudo hasta Vilaxoan. Llega también Gerardo, el de la Parisina, una dorna con un cabinado especial. Larry, que antes hacía saltar chispas de la rebarbadora, está plácidamente sentado frente a una dorna que encontraron abandonada en la playa, y que le pidieron al dueño, buscando el lugar adecuado donde atronillar la pequeña bita de madera que sujeta las drisas. Su dorna es la Bazarra, un ferrari de última generación, que es como llaman en Vilaxoan a las dornas de competición.

La actividad se vuelve frenética, las voces y los comentarios se entremezclan con las ideas y los gritos de carga, con los ruidos de los golpes y con el ir y venir de curiosos y amigos. Escucho que los barcos tienen que estar en cuatro días, el 17 de mayo, día de las letras gallegas, en el agua.
Por fin, después de un invierno de trabajo y amistad, reparaciones y vinos, de lento latir; llega la algarabía del mar, la gente y el tiempo que acompaña. Ha merecido la pena mimar las maderas.

Navegar como en el siglo XIX

Las numerosas celebraciones de regatas emblemáticas, como las de Volta a Arousa, y la Regata do Bao; Encontros de embarcaciones tradicionales como los de Cambados, y la expectación surgida con el de este año en Ferrol, demuestran que existe un gran interés por la navegación tradicional.

Sin embargo, la cultura marítima, la referida a las embarcaciones anteriores al uso de motores, está a punto de desaparecer. Todavía no ha muerto, pues algunos jubilados siguen yendo en dorna a pescar, por ser una embarcación tremendamente segura; pero la llegada de las rápidas planeadoras ha desplazado a un segundo plano a las viejas barcas. Se está perdiendo el patrimonio histórico de los pueblos costeros y, con él, parte de la vida de sus gentes. Es fundamental conocer el medio que te rodea para valorarlo, conservarlo y no estropearlo.

Por eso, convendría apoyar la investigación de la historia y funcionamiento de estos barcos. Hay que fomentar la recuperación, construcción y aparejameinto de bucetas, xeiteiras… Y reivindicar un espacio para esta otra navegación. Un espacio conceptual, y no tanto físico: se trata de provocar el debate sobre la navegación tradicional y la navegación de vela ligera; siendo la primera menos competitiva y más cercana a la naturaleza… Pero que puede despertar -y ya lo está haciendo-, una utilidad de ocio alternativo.

Es exigible el reconocimiento de la cultura tradicional ligada al ciclo agrario y de la naturaleza. Evitemos perder un patrimonio en peligro de desaparición por causa de los vertiginosos cambios sociales. Todavía se puede hacer algo.

Entrevista a Xavier Pena, directivo de la asociación Dorna


"No me gustan las bañeras de plástico"

Xavier es bateeiro y trabaja en su batea. Tiene las mejillas curtidas del norte, cuarenta y pico años, una expresión bondadosa y una voz pausada que relaja más que un psiquiatra argentino. Se agradece la calma con que escoge sus palabras y la tranquilidad con que las regala.

Acostumbrado a otear el horizonte buscando las rocas que puedan hacer peligrar a Estela, su dorna, Xavier observa mis papeles. Es capaz de leer al revés la primera pregunta y no espera a que se le eche encima, maniobra con un golpe de timón y empieza la entrevista al revés: contestando.

Xavier Pena: La escuela de vela tradicional tiene mucho tiempo, y yo, a esa pregunta que estoy leyendo ahí, de cómo nació todo, no puedo contestar, porque llevo dos años y...

Alba Blanco: No importa...

X.P. La idea sale de la Asociación Cultural Dorna. Llegan las planeadoras, que salen rápido del mar, y como eso es lo que quiere la gente, van dejando de lado a las dornas, que empiezan a aparecer en las playas medio abandonadas. Así surge la idea, para dignificar una embarcación que fue el sustento de todas las familias de la Arousa. Y se empezaron a hacer regatas...

A.B. ¿En qué año fue?

X.P. Lo que te puedo decir es que este año es la edición número veintitrés de la regata Volta a Arousa, llamada regata madre. Es un espectáculo ver salir 40 o 50 dornas. No hay ruidos, están el viento y el mar... Lo que más le extraña a la gente es que vienes del mar de trabajar en la dorna y de repente comes y sigues.

A.B. Bien, pero, ¿por qué aprender a navegar en barcos lentos que ya no se usan tanto?

X.P. Hay que tener en cuenta que incluso para algunos trabajos es mejor la dorna que las modernas planeadoras. La planeadora es muy mala para andar con ella a remo, es como una bañera de plástico (sonríe)... Yo no le tengo mucho... Con la dorna permaneces en las marcaciones visuales, mientras que con la planeadora no puedes, se va. La gente mayor va en la dorna porque es lo más adecuado. Además, es una embarcación muy manejable a remos y siempre la llevas por donde tú quieres. Y es muy marinera... No sé si era esa la pregunta...

Ríe como sabiendo que cuando habla de una cosa que le gusta es capaz ir saltando e hilando distintas conversaciones y olvidarse de todo, incluso de las preguntas, que no son más que una disculpa para conversar. Y contagia su risa. Xavier es un gran conversador, como todos los que se apasionan por algo.

A.B. ¿A qué tipo de personas les gustan los barcos de madera con velas tradicionales? ¿Sólo a marineros?

X.P. No, que va, que va... De hecho, como te decía antes, creo que nosotros, en Arousa, estamos un poco locos. Trabajamos todo el día en el mar y después volvemos, a la tarde, por hobby. Pero el mar le gusta a mucha gente. Salimos a relajarnos, a conocer gente de distintos sitios y distintos "pensares". A mí me encanta esto...
A.B. ¿Cómo aprende un patrón de la escuela a navegar?

X.P. Yo, por ejemplo, soy marinero de toda la vida, desde los quince años que ando ó mar... Entonces, la mayoría de las cosas ya las sabía de andar ó mar. Y para los otros, lo más dificil creo que es mantenerse de pie en la embarcación, ser capaz de llevar un rumbo y al mismo tiempo una conversación.

Es un placer escuchar el discurso pausado de Xavier, que sorprende por su gran conocimiento y seduce por su amabilidad y candidez. Continuamente me advierte que quizás él no sea la persona más adecuada para informarme de cómo se desarrolla la vida en la escuela. Por supuesto, se equivoca.

A.B. ¿Cuál es el secreto de la navegación tradicional?

X.P. No sabría decirte cuál es el secreto. Yo no le di mucha importancia a aquella dorna que mi padre me regaló a mis veinte años como ajuar de boda. La mujer llevaba una habitación de regalo de sus padres... Trabajé toda la vida con ella, pero cuando la dejé medio abandonada durante un año encima de la playa, me di cuenta que Estela y yo ya no éramos un equipo. Una parte de mí mismo no podía estar ahí, zapateada. Me metí en la escuela, la preparé para velear y ahora noto esa especie de simbiosis entre ella y yo.

A.B. ¿Los marineros no le tienen miedo al mar?

X.P. No (es un no largo y de asombro como sorprendido por semejante contradicción). No, no, no, y además es malo. Esa persona nunca será marinero. La gente lo que le tiene es mucho respeto al mar, que es distinto. Es como un amigo, Tienes que intentar cuidarlo, entenderlo y, por encima de todo, tenerle respeto. No le puedes tener miedo a un amigo.

La dimensión humana de la navegación

Los encuentros de embarcaciones tradicionales son encuentros de personas. Existen desde hace siglos, pero han cambiado. Desde siempre, los pueblos comerciaron a través del mar, y el intercambio no era sólo de mercancías, también lo era de conocimientos sobre sus barcos. Esto permitió que todos aprendiesen de todos, adaptando esos conocimientos a las particularidades de cada localidad.

Este verano, del 5 al 8 de Julio, en Ferrol, tendrá lugar el Encuentro más importante de la Península Ibérica. Francia, Portugal e Irlanda mostrarán, también, sus tradiciones marítimas y fluviales en un acontecimiento que pretende otorgar un reconocimiento social al patrimonio cultural. Hace dos años se celebró en Cambados, con gran acogida entre los ciudadanos; y en esta ocasión se trata de una preparación para los encuentros de Brest, en Francia, donde Galicia será invitada de honor. Brest es el futuro, Ferrol el presente, y esto tiene sentido porque venimos de una tradición de Encuentros de otros años en Combarro, Rianxo o Arousa.

Los Encuentros son como una especie de atalaya desde donde se observan las diferencias locales de cada zona. Desde esta torre podemos conocer las costumbres de otros lugares y enriquecernos con ellas.

Hoy, la navegación tradicional tiene un sentido especial, pero distinto al que tenía antes, aunque no por ello menos interesante. Las dornas, hace siglos que ya se utilizaban para pescar. Su misión era la de llevar y traer de vuelta al pescador y a sus capturas. Con la llegada de los motores, las velas pasaron a un segundo plano, pero la dorna se recicló y se usaba con motor. El boom de las lanchas de poliéster desplazó a las dornas, que estaban a punto de desaparecer… hasta que surge la navegación relacionada con el disfrute y el deporte. Cada vez es más común ver a gente buscando dornas viejas para rehabilitar. Arreglar un juguete, arreglar una dorna, crea una sensación gratificante, de felicidad. Reconstruirla para darle utilidad, reconstruye también una emoción.

La naturaleza está presente en la navegación tradicional, devolviendo al hombre su dimensión humana y obligándole a interactuar con las fuerzas de la naturaleza.

Alba Blanco

TIRA CÓMICA